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Thursday, January 09, 2014



"La Otra Batalla de Torreón", pp. 93-95, Edgar Pavia 


...Aunque las novelas ciertamente no requieren de ninguna explicación, eso no significa que no podamos intentar explicarlas.  Mi deseo es escribir algo así como el prólogo de esta historia.  Digo “algo así como un prólogo” porque esto obviamente no es un prólogo… Como ya dije, el prólogo que traté de escribir resultó parte de la novela y esta explicación sería sólo un segundo intento de ese prólogo malogrado… 

Fragmentos de algunos supuestos manuscritos de John Reed (notas personales y cartas a Mabel Dodge) presuntamente encontrados en Nueva York alrededor de 1916:

“Francisco Villa neither drinks nor smokes, but no one can dance like he does.  On his way to Torreón, he stopped at a wedding ceremony in Camargo… to be the best-man of one of his compadres…  He danced continuously with the loveliest girls from Monday night 'til late on Tuesday.  He arrived at the outskirts of Torreón Wednesday night, red-eyed and extremely weary.”

“Somewhere between Camargo and Torreón, late hours of Wednesday March 11, 1914. We rode barely illuminated by the full moon, while General Villa sings with good voice:
 “Soy el hijo de la noche que vaga sin rumbo en la oscuridad.
La luna hermosa, de mi tristeza, es compañera de verdad.
De ti me voy a separar, cansado de llorar, cansado de llorar...
Voy a zarpar, zarpar, zarpar, por las orillas del mar”.

“Spring 1914… Today I had lunch with General Eugenio Aguirre-Benavidez, the young commander of the Brigada Zaragoza, who speaks fluent-English and belongs to a prominent and cultured Mexican family, Colonel Raoul Madero, the brother of the assassinated President, also educated in the US and who actually looks like a Wall Street man, Colonel Soto Herrera, himself a Cornell University alumnus, and Major Leyva, Ortega’s nephew, who played football at Notre Dame…”

“General Felipe Ángeles commanded General José Refugio Velasco to give up Torreón in order to avoid unnecessary deaths… General Velasco, trusting his artillery defenses, rejected the rebels’ petitions… General Francisco Villa became furious, promised to crush Velasco, and issued the order to attack… The men of Francisco Villa advanced on foot, some with big, upturned hats; some with their arms unclothed; some in the dark… The federales successfully repelled the first attacks directed to the garrison…”

“… General Villa gradually conquers the federales’ defensive positions, and closes a tight circle around Velasco… Herrera with forty men recklessly enters Torreón through the Cañón del Huarache… Again darkness falls onto the city, but now a fire stands out in the distance… Villa realizes that the federales have begun to flee and that they have set their ammunition reserves on fire… Once more the Villistas take Torreón… But this time it’s a bittersweet victory, as there have been many casualties and Villa’s real duty was to slay Velasco… The dead are buried at night; Villa does not seem to acknowledge his true intentions, but he’s happy to have found vast amounts of cotton to be sold in the US…”

Decidí incluir estos fragmentos cuando un amigo me llamó muy emocionado.
–No me lo vas a creer.
–¿Qué?
–El 11 de marzo de 1914.
–Sí, ¿qué con eso?
–¡Fue miércoles!
–¡Ah!, ya.  Bueno es una coincidencia, no es para tanto: una entre siete.
–Sí, pero hay algo más.
–Ya ¿qué?
–No me lo vas a creer, te digo.
–Sí te creo, no es para tanto.
–¡También fue luna llena!
–No puede ser.  Esa coincidencia sí es sólo una entre veintiocho.
–No, miércoles de luna llena…  ¡La probabilidad es sólo una en 196!
–¿Estás seguro?
–Sí, ya la calculé?
–No me refiero al cálculo.  Me refiero al día de la semana y lo de la luna llena.
–También ya lo verifiqué.

Quedé muy sorprendido, pero recordé perfectamente a Mister Pavia leyendo las notas de Reed: “…late hours of Wednesday March 11, 1914. We rode barely illuminated by the full moon, while General Villa sings…”  Por un lado estaba feliz por la coincidencia, pero al mismo tiempo me inquietaba la posibilidad de que ésta no fuera una coincidencia.  ¡Tal vez los papeles que dejó mi homónimo sobre la mesa de un café de Nueva Orleans en 1990 eran auténticos!  Recordé que la Historia y la ficción podían ser la misma cosa, y al mismo tiempo recordé que esto me lo había explicado precisamente el general Soto Herrera.
Hasta aquí la situación es más o menos clara, sólo que este héroe de la Revolución Mexicana –el general Soto– es el mismo Coronel Zapato que conocí en un club de ajedrez de la Ciudad de México en 1972…  Es decir un personaje a quien estreché la mano y con quien jugué ajedrez resultó ser también un personaje de novela…  Confieso que como aquel pintor que accidentalmente manchó una flor sobre su lienzo y después se dedicó a pintar Polka Flowers, a mí también me sedujo la idea de novelar esta brevísima parte de la Revolución Mexicana…  Pero aún hay algo terriblemente crucial que no me queda nada claro: ¿Qué tiene que ver la Batalla de Torreón con la historia de Eduardo Peralta?  Aún no lo sé.  Tal vez la respuesta la podrían dar John Reed, el general Soto Herrera, o el mismo Peralta…  Lo único que yo puedo hacer es terminar de escribir este relato o, por el contrario, olvidarme de una vez y para siempre de todo esto.