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Tuesday, September 06, 2005

EL CIRCULO DEL AMOR

De quien me desprecia sigo amante
y sigo despreciando a quien me ama
Sor Juana

Motivado por frases como “Del odio al amor hay sólo un paso” y “Lo contrario del amor no es el odio sino la indiferencia”, hace algunos años intenté representar en un círculo los sentimientos que experimentamos hacia nuestros semejantes. Permítanme explicarles: imaginémonos algo así como el círculo de la carátula de una brújula o una “Rosa de los vientos”. Coloquemos cerca del Norte, un poco hacia el Este, la región del amor y, un poco hacia el Oeste, la región del odio. Si, además, en el Sur colocamos la región de la indiferencia, este círculo representa ya las dos frases que mencioné más arriba. Pero lo interesante viene después, entre la indiferencia y el amor, en el Este, tendríamos que poner la simpatía, y entre el odio y la indiferencia, en el Oeste, la antipatía. Para transitar de uno a otro de estos dos últimos puntos habría dos caminos: uno, el “tranquilo” que pasa por el Sur (indiferencia) y dos, el “agitado” que pasa por el Norte (amor y odio). Este último tendría dos modos: el levógiro, que iría de Este a Oeste y pasaría primero por el amor y luego por el odio y el dextrógiro, que iría de Oeste a Este y pasaría primero por el odio y luego por el amor. Claro que lo anterior supondría que los sentimientos evolucionan sólo alrededor del círculo, por lo que a esto lo podríamos llamar el “estado normal”. Pero ya sabemos que tratándose de sentimientos lo normal es más la excepción que la regla. Entonces ¿qué sucedería si nuestros sentimientos fueran de Este a Oeste (o de Oeste a Este) sin pasar por los caminos del estado normal? Por ejemplo, si se fueran por el camino más corto, es decir por el diámetro, D. ¿Nos serviría de algo saber que este camino, D, es 2/π veces más corto que los caminos que pasan por el Sur o por el Norte? O al revés, si pudiéramos de alguna manera medir la distancia que recorren nuestros sentimientos y esta distancia fuera menor que el diámetro ¿podríamos utilizar el concepto de la recta secante, S, para definir lo que estamos sintiendo? Es decir, si conocemos el punto donde se encuentran localizados originalmente nuestros sentimientos, la distancia que recorren por la secante, S < D, y su variación (ya sea austral –hacia el Sur– o septentrional –hacia el Norte–) sabríamos con exactitud a qué región sentimental finalmente llegamos. (Démonos cuenta que en estos dos últimos casos sólo tiene caso hablar de rectas porque en el interior del círculo no está definido ningún punto.) Creo que valdría la pena explorar el par de sentimientos unidos por S con variación nula, es decir S paralela a D. Sobre todo en tanto S tiende a un punto (S → 0), ya sea Norte o Sur, por ejemplo cuando Borges escribió:

No nos une el amor sino el espanto
¿Será por eso que la quiero tanto?

obviamente sus sentimientos se encontraban cerca del Norte; y en base a este modelo yo diría que se trataba de un ir y venir, a lo largo de S, entre la región ~20º y la región ~340º.

Otro caso interesante, también basado en este modelo, yo sugeriría que el “enamoramiento a primera vista” no es otra cosa que la evolución sentimental del punto Sur al punto Norte, E; donde obviamente E es perpendicular a D y también 2/π veces más corto que los caminos “normales” que pasan por el Este o por el Oeste. Esta variación septentrional a lo largo de E, y terminando exactamente en 0º, en mi opinión explicaría la clásica confesión de las enamoradas que en el primer segundo de conocer a su amor sienten ganas de darle un beso e inmediatamente después una bofetada (y, como todos sabemos, generalmente terminan dándole las dos cosas). ¿Y qué decir de la evolución a lo largo de E con variación austral (de Norte a Sur)? Es decir, el paso de ese sentimiento de enamoramiento a primera vista a una total y fría indiferencia. ¿No explicaría esto último innumerables pasajes de la obra de García Márquez? por ejemplo: “...Claro que nos vamos a casar, pero a su debido tiempo” (aunque no recuerdo en cual de sus novelas aparece este pasaje, si recuerdo que estos enamorados nunca se casaron). Y, por supuesto, también la “Lolita” de Nabokov, el “Werther” de Goethe, y en general a todos esos pobres “muertos de amor” ya sean personajes de novela o, más tristemente, de carne y hueso.
Algunos amigos me han dicho que esto de los sentimientos es algo muy complejo como para representarlo con un círculo; pero yo me resisto a creer que mi sencillo modelito no sirve para nada. Es más, según tengo entendido para eso se hacen los modelos: para simplificar la realidad. Yo aquí propongo modestamente mi “Circulo del Amor” como un modelo de los sentimientos humanos (y, bueno, para adornarlo un poco lo llamaré un “modelo euclidiano”). Dejaré para quienes tengan más tiempo, interés o conocimientos que yo la formulación de modelos no-euclidianos, las extensiones tridimensionales (o esféricas), las consideraciones hipervolumétricas (o diferenciales), los estados múltiples esquizofrénicos (ya sean vectoriales o matriciales), etcétera.